¿Conservar sólo las bonitas?

Partiendo de la premisa que las necesidades crecientes de las poblaciones humanas y la limitada disponibilidad para la conservación de la naturaleza, surge una de las interrogantes más complejas y polémicas para los gestores y tomadores de decisiones ambientales. En primer lugar cabe la pregunta, ¿debemos priorizar la conservación de especies? Esta pregunta tiene un trasfondo ético filosófico y muy complejo, pues presupone la posibilidad de que una sola especie decida sobre la supervivencia o no de las demás. Pero desde un punto de vista práctico, los problemas de priorización parten de establecer un criterio que pueda ser globalmente aceptado. Una de las estrategias de priorización más utilizadas en el planeta ha sido la de identificar especies denominadas “bandera”, que son aquellas que por su aspecto, generan una reacción de empatía con las personas. Ejemplo de esto es el oso panda como emblema de la WWF, idea detrás de esta forma de establecer prioridades, se basa en que se considera que al conservar una especie carismática, se puede movilizar a la población en torno a conceptos conservacionistas y además pueden permitir la recolección de fondos para trabajar en la supervivencia de otras especies que comparten su ecosistema o como en este ejemplo, especies de todo el mundo.

Otras estrategias incluyen la priorización de especies que se encuentran en grave peligro de extinción o aquellas denominadas “sombrilla”, pues sus amplios requerimientos ecológicos, hacen que su conservación implique un trabajo sobre todo un ecosistema o conjunto de ecosistemas en los que habitan. Existen graves desventajas en torno a estas formas de determinación de especies, pues en ocasiones los esfuerzos e inversiones en especies que se encuentran demasiado amenazadas no pueden garantizar su supervivencia y cabe preguntarse si esas inversiones hubiesen podido ser más eficientes si se consideraban otras especies. Un ejemplo de esto es el programa de conservación del Lince Ibérico, que ha invertido en un período de dos décadas, más de treinta millones de euros. Luego de este esfuerzo que ha incluido investigación, educación a comunidades y la creación de centros de reproducción ex situ, los resultados no son los mejores; la mortalidad de linces en carreteras sigue siendo muy alta y se ha logrado el nacimiento de menos de una docena de cachorros. El hecho que tras dos décadas y varios millones de inversión, la especie siga en riesgo crítico de extinción nos hace reflexionar sobre las oportunidades, que es esfuerzo en la conservación de otros ecosistemas, por ejemplo, amazónicos hubiese generado.

Una posibilidad de superar esta visión es la figura de conservación de ecosistemas o paisajes, pero nuevamente la manera de establecer prioridades se convierte en materia de debate. Probablemente a nivel global la propuesta denominada “Hot spots”, es decir, “puntos calientes de Biodiversidad”, es la más aceptada. Esta propuesta que tiene ya dos décadas propone establecer como criterio de importancia la biodiversidad y endemismo de cada ecosistema, pero contratarlo con su estado de conservación determinado por el porcentaje de remanencia del mismo; asumiendo que de esta manera se podrá determinar áreas pequeñas que mantengan gran diversidad y endemismo. En Ecuador tenemos dos puntos calientes, los Andes tropicales y Chocó. Sea cual sea la idea de priorización, cuando se trabaja a nivel de especies debemos intentar superar la identificación sentimental con el carisma de las especies, e intentar que los esfuerzos se orienten a la conservación de ecosistemas y no solamente pensar en las especies bonitas.

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